viernes, 16 de marzo de 2007

Tahar ben Jelloun / La reclusión solitaria

Escritor implacable, dueño de fuerza y humildad, autoexiliado de Marruecos en París desde 1971, es autor de libros tan increíbles como poco conocimos de este lado del charco. Ver Bio. Yo lo descubrí en el 92 con una edición española de Mondadori (el dueño es Berlusconi) que presté y perdí. En fin, lo rescaté en una edición del CONACULTA de la colección fin de siglo; que me costó diez pesos en Porrúa Bros. en México, estaba empolvado y decidí comprar cinco volúmenes de los que regalé tres, ahora sólo me quedan dos, uno por recuperar, pero aún así tengo miedo de perderlos. Sí, tengo un defecto estúpido: cuando me encuentro con alguien que le puede "llegar" a apasionar lo que a mí me apasiona, le presto todo, ya saben, hasta los calzones; como siempre salgo perdiendo y extrañando mis libros y mis películas... en fin, ya esta el tip donde lo pueden conseguir y bien vara... Este es Mr. Ben Jelloun: La Reclusion Solitaire / pg. 19 La habitación Tengo la espalda cansada. El cielo me pesa en los riñones, respiro mal. El humo me persigue. Tengo calor. En la pared, una grieta. En la pared, un campo. Una chabola. Un árbol. Estamos sentados sobre la estera, nuestras miradas se buscan:
¿sabes?, no es fácil para alguien de la ciudad llegar así de pronto y querer
hacer una revolución con los campesinos.
No se trata de sembrar desorden.
Se tratan de vivir con ellos, de formar parte de ellos, de verdad. Al principio, yo no tenia pudor: hablaba el idioma del forastero, (el idioma del pequeño burgués, dirían ustedes, gente de ciudad, de universidad).
Yo no hablaba, aprendía. Tenía que aclarar al mismo tiempo el cerebro y la memoria donde se amontonaban libros mal leídos, mal asimilados. Antes, yo trataba de escribir, como tú. ¡Qué engaño!
Me repugna la violencia. Yo quería que la lucha se hiciese con suavidad. Padecemos al mismo tiempo la violencia de otros, los que poseen, comen, eructan y construyen
chalets colorados. No me refiero a la violencia policial;
ésa es una violencia técnica, diría incluso normal.
La tortura me reconcilio con la muerte.
Yo retenía lo más que podía la respiración
para recuperar la inmensa dicha de poder respirar de nuevo.
Lo había leído en un libro.
Los dolores secundarios se atenúan con otro dolor mayor....
Hoy no trabajo.
Estoy limpio. Me afeité las axilas y el vientre. Mi miembro está libre. Voy al local donde están las mujeres. Al cuarenta y dos. Hay que hacer cola. Ya no me da vergûenza; ¡ con todo el tiempo que llevo el culo arrastrando el culo por esa calle!.
Allí me encuentro con los amiguetes, asiduos al lugar.
Estoy limpio. Me cepillé los dientes. El cielo está amargo. Con las manos en los bolsillos retengo mi miembro. Siento como un gato dentro del pecho. Empujo mi soledad hacia adentro; hacia lo más hondo de mi garganta. Subo las escaleras.
¿Qué deseo?
Ella tiene los pechos caidos. No se parece a la mujer de la imagen. Tiene manos gastadas. Ella abre las piernas mirando a otro lado. Cincuenta francos, quince por la habitación y 35 por el polvo; hay que darse prisa.
Allá el árbol y el niño. Las colinas verdes bailan en mis manos. Mi sangre esta caliente; late mas de prisa que mi corazón. Tengo que retenerme. Me pongo entre las piernas de la mujer. Mi miembro escupe el esperma blanco sobre su vientre y entre mis dedos.
He visto de nuevo.
Salgo a la calle.
Soy Feliz.
He hecho el amor...