Ilustrar es una pasión, desgraciadamente cuándo te dedicas a la cuestión comercial lo tienes todo resuelto, hay poca libertad de creatividad, y cuando ilustras (o"metes color" a un dibujo en particular), todo se vuelve sombrío; tu mente divaga en otras cosas.
Corría el año de 1996, yo seguía agarrado del aerógrafo para pintar, ya estaba en la maestría; había renunciado a lo que "me prostituía": a hacer arte comercial; me divorcíe un rato.
A pesar de eso, vivía en la bohemia de la Academia de San Carlos, anduve con una puertoriqueña, con una holandesa y con una polaca que se desvivía por mí, me la viví en bares "nice" y también en los peorcitos.
Fueron épocas difíciles porque andaba sin un centavo en la bolsa; tiempo después me enamoré de una museógrafa, que me hizo la vida de cuadritos; un día viviendo el la Colonia Condesa en Mx, caminaba muy "down" sobre la avenida Nuevo León (enfrente de la torre de Lulio y de El Péndulo), y me encontré de la nada una cosa oxidada; como tenía todo el tiempo del mundo, la tomé en mis manos y la ví como si hubiera descubierto el mundo en ese momento.
Me dijo tanto que ya no pude apartarme de eso, del óxido; todavía la conservo, y significa mucho para mí.
Ya después estudié eso a fondo en laboratorios haciendo pruebas con diferentes metales.
Estoy contento con lo que hago...
Les regalo una canción que cada vez que la oigo me hace entrar en trance.
Bauhaus / Silent Hedges.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario